Para muchos, quizá para la mayoría, no hay duda de que el mejor esquiador de la historia es Ingemar Stenmark (Suecia, 1956). Y esto a pesar de que no faltan nombres que se postulen a lo más alto del Olimpo del esquí, tales como Hermann Maier (Herminator), Marc Girardelli, Pirmin Zurbriggen o Alberto Tomba (La Bomba). Y de que, como siempre que en algún deporte (sean deportes de acción o no) aparece el debate de los mejores de todos los tiempos, sea una quimera poder comparar deportistas que han competido en diferentes épocas.
Y aún así, Ingemar Stenmark se alza majestuoso sobre todos sus rivales, independientemente de la época. Para empezar, porque nadie acumuló jamás un palmarés tan aplastante en el esquí de élite. Para terminar, porque ha sido el único que obligó a los organizadores de la Copa del Mundo a cambiar las reglas de puntuación con el objetivo de que sus competiciones dejaran de ser, año tras año, el espectáculo Stenmark. Al estilo de cuando los factotum del Augusta National de golf se plantearon alargar por primera vez el campo tras la masacre de Tiger Woods en el Masters de 1997. Así es, con este tipo de leyendas del deporte se codea el sueco imperturbable.
Razones más que de sobra para que el hombre con más victorias (86) en la Copa del Mundo de esquí alpino sea el primero de nuestra serie de Leyendas Deportes de Acción. Y el mejor modo de entender la dimensión de la figura de Ingo Stenmark es dejando que él mismo analice su trayectoria, tal como hace en esta entrevista de Gregor Šket en la revista de la marca de esquís Elan, ¡¡los únicos que utilizó a lo largo de toda su carrera!!
Una deliciosa entrevista que los grandes aficionados al esquí y a los deportes de acción apreciarán especialmente por los comentarios técnicos que desgrana el sueco, pero que también puede interesar a los menos avezados en el deporte blanco, puesto que quien habla es una de las más grandes leyendas del deporte en general… y, muy posiblemente, el mejor esquiador de la historia.
ENTREVISTA A INGEMAR STENMARK
Revista ELAN MAGAZINE
Gregor Šket
En realidad es difícil de explicar lo que significa el encuentro con Ingemar Stenmark para una persona que creció en los años ochenta y era un fanático del esquí. Es una combinación de una clase de Historia con la nostalgia, el retorno a la infancia, la realización de un sueño… De modo que aquella mañana de mayo en Estocolmo no solo fue una entrevista normal, fue mucho más: un honor, el respeto, la alegría, el placer…
Si tuviera que describir a Stenmark con una sola palabra, dispararía: el más grande, el mejor esquiador de la historia. Este tipo de valoraciones muchas veces son un poco ingratas. Pienso en Muhammad Ali, quien en repetidas ocasiones gritaba que era “The Greatest”. Esto era, quizás, un tanto presumido. Sobre todo porque la señora historia probablemente no estaría de acuerdo con su arrogancia.
Ingemar Stenmark fue el más grande. Es un hecho ante el cual la ‘historia’ aprobaría con una sonrisa. A ella le gustan las personas increíbles, los talentos excepcionales, las máquinas geniales, los artistas de sus profesiones que no hacen un circo especial al encontrarse con estas satisfacciones. Stenmark era considerado un campeón taciturno que jamás en su sano juicio se proclamaría a sí mismo como un gigante. Sin embargo, esto también sería, tal vez, demasiado modesto.
Quince victorias consecutivas y 86 totales
Ganaba las Copas del Mundo, los Juegos Olímpicos y los campeonatos mundiales. Obtenía medallas, sobre todo las de oro; los Globos de Cristal, grandes y pequeños. Sus series de victorias eran casi de ciencia ficción: en la temporada 1978/79 ganó los diez slalom gigantes y, si añadimos a esto la última victoria de la temporada anterior y las cuatro victorias del invierno siguiente, la serie de victorias duró quince carreras consecutivas.
Alcanzó récords que se encuentran intactos desde hace más de un cuarto de siglo y parece que seguirán así por siempre entre los deportes de acción. Obtuvo 86 victorias de la Copa del Mundo y, por ejemplo, sus seguidores más cercanos, Hermann Maier y Alberto Tomba, sólo 54 y 50, respectivamente.
Sus competidores se sentían intimidados ante él y, al mismo tiempo, estaban desesperados. Una vez en el slalom de Kitzbühel venció al subcampeón Phil Mahre por más de tres segundos y en el slalom gigante de Jasna venció a Bojan Križaj por cuatro segundos. Por lo tanto, sus rivales tenían una broma interna y recalculaban su atraso con respecto al tiempo del subcampeón.
Por él los directivos del esquí cambiaban las reglas, ya que temían que la Copa del Mundo durante una década o más se convirtiera en su propio espectáculo. Aceptó estas medidas bastante tranquilo: “Da igual si ganas la Copa del Mundo tres, cuatro, cinco o diez veces”.
165 podios en toda su carrera
Su técnico y confidente de toda la vida, Jure Vogelnik, llegó a un cifra muy interesante y calculó que Stenmark subió ciento sesenta y cinco veces al podio durante toda su carrera. Esto significa que casi la mitad de un año de su carrera caminó hasta el podio todos los días. Ingemar Stenmark fue para el esquí lo que Michael Jordan fue para el baloncesto, Wayne Gretzky para el hockey, Michael Phelps para la natación, Roger Federer para el tenis o Michael Schumacher para el automovilismo de velocidad.
Stenmark durante toda su carrera esquió con los esquíes Elan. Pero esto era en una época en la que Elan venía del lado equivocado de la Cortina de Hierro. Los representantes de las superpotencias alpinas no podían comprender cómo el mejor esquiador de la historia utilizaba esquís que decían “Made in Yugoslavia”. Los representantes de un fabricante austríaco lo querían entre sus filas e intentaban convencerlo de manera bastante agresiva: “¿Tiene idea de que esquiaría mucho mejor con nuestros esquís?”, argumentaban. Él los hacía callar con una breve pregunta: “¿Quizás sería mejor que el primero?”
Se quedó con los Elan. Siempre. Desde el principio hasta el final.
Pregunta.- ¿Recuerda el momento en el que obtuvo su primer par de esquís Elan?
Respuesta.- Elan era en Suecia a finales de los años sesenta una marca relativamente conocida. Recuerdo el momento en el que fuimos como chicos de trece años, junto con mi amigo Stig Strand, invitados a entrenar con el equipo juvenil sueco. Durante el entrenamiento en el norte de Suecia fuimos a una pequeña feria de esquí, donde Elan tenía su espacio de exposición. Allí el representante de Elan nos ofreció sus esquís a un precio muy asequible. Creo que salían unas 30 coronas, lo cual era en ese entonces un precio bastante económico. Con Stig nos compramos cada uno tres pares.
P.- ¿Cuál era su relación con los esquís?
R.- Muchos esquiadores veían los esquís como obras de arte, como una inspiración. Nunca me preocupó esto. Me daba igual de qué color o qué diseño tenían. Lo único que me interesaba eran sus cualidades. En este sentido, yo era muy preciso y exigente. Ya en los primeros años de la adolescencia sentía cada particularidad.
P.- ¿Qué hay de los esquís con los cuales obtuvo su primera victoria?
R.- Si no me equivoco, en Madonna di Campiglio, en 1974, gané con los esquís Impuls. Estos eran los legendarios esquís rojos, azules y blancos.
R.- Sí, es verdad. Hacia el final de la temporada los bordes ya estaban muy delgados. En aquel entonces los bordes no estaban fabricados de una sola pieza, pero se componían de varias piezas más cortas. Muchas veces tenía que repararlos con un martillo entre dos carreras. Es cierto que también más adelante en mi carrera muchas veces esquié slalom gigante con esquís de slalom, ya que me gustaba más su receptibilidad.
P.- Elan siempre ha sido conocida como una marca muy innovadora. ¿Cooperaba con el departamento de desarrollo siendo el mejor competidor?
R.- Al principio no. Bueno, a los muchachos del departamento de desarrollo les decía qué esquís eran buenos y cuáles debían mejorarse. Sin embargo, generalmente discutía sobre los esquís con mi técnico de de reparación de muchos años, Jure Vogelnik. Con él teníamos una relación especial, sabía muy bien mis deseos, mis necesidades, requisitos y algunos extraños caprichos. Con él llegamos a la idea de que sería bueno si los esquís tuvieran una línea de cotas más pronunciada. Cuando me dieron para probar el primer par, tuve la sensación de deslizarme mucho más rápido. En la carrera no me fue tan bien. El problema más grande lo tuve en las pendientes, pero en las partes planas eran excelentes. En aquel momento los esquís tenían un largo de 205 centímetros, lo cual, con este largo, al aumentar la línea de cotas, es difícil proporcionar una estabilidad de torsión adecuada.
P.- Jure Vogelnik contó que usted estaba muy apegado a ciertos pares de esquís, en especial a aquellos con los que ganaba. Al parecer tenía que inventarse una gran variedad de trucos para repararlos y mantenerlos con vida.
R.- En aquel entonces se consideraba como regla que los esquís se volvían buenos si ya estaban un poco desgastados. Como si después de algún tiempo todas las capas de material se unieran en un conjunto armónico. Del mismo modo, también se aplicaba a los coches: que los primeros miles de kilómetros había que hacerlos con suavidad. Cuando quedaba demostrado qué esquís eran los mejores para mí, sólo quería esquiar con ellos. Estaba muy ligado a ellos.
P.- ¿Qué importancia tiene la relación con el técnico de reparación? Probablemente sea con la persona con la que más ha hablado…
R.- Jure y yo pasamos mucho tiempo juntos durante una década y media. Nos entendíamos muy bien. Éramos amigos, a veces incluso como hermanos o como padre e hijo. Hablábamos también de las cosas cotidianas. Todavía de vez en cuando seguimos hablando por teléfono.
P.- Los representantes de las marcas de esquí de países donde es un deporte tradicional no podían comprender que el mejor esquiador del mundo utilizara esquís provenientes de la Yugoslavia comunista. El director de Elan de aquel momento, Dolfe Vojsk, tiene toda una serie de anécdotas sobre cómo querían llevárselo de Elan de cualquier manera. ¿Por qué se ha quedado durante toda su carrera en Elan: fue por lealtad, quizás por terquedad o tal vez era una rareza?
R.- Bueno, la razón principal es el hecho de que Elan siempre ha fabricado muy buenos esquís que, además, me gustaban. Sus esquís de slalom siempre han sido excelentes. En mi carrera, probé dos veces los esquís de otros fabricantes. Quizás algunos eran incluso más fáciles para el esquí, pero los Elan siempre fueron significativamente más rápidos.
P.- Al parecer le ofrecían incluso el doble de lo que le daban en Elan…
R.- Es verdad, tuve sobre la mesa algunas buenas ofertas. No recuerdo si la cantidad era realmente el doble. Pero esto no es lo realmente importante. Hay ciertas cosas que no se pueden medir con el dinero. A mi sólo me interesaba la victoria. ¿Cómo me ayudaría un mejor salario si, en lugar de ser primero, era quinto o décimo? Aunque de verdad me hubieran ofrecido el doble de la cantidad, no aceptaría la oferta sólo por el dinero. Siempre quise sólo los mejores esquís para mi forma de esquiar. Y Elan era capaz de fabricar este tipo de esquís. Además, siempre he tenido con Elan una relación extraordinaria y genuina.
P.- A mediados de los años noventa, algunos años después finalizar su carrera, Elan lanzó al mercado probablemente su mayor innovación de todos los tiempos: los esquís SCX, que cambiaron el esquí y comenzaron con la revolución carving. Bojan Križaj los comparó con un coche con tracción en las cuatro ruedas. ¿Qué sintió cuándo los probó?
R.- Durante toda mi carrera, especialmente en slalom gigante, me esforcé por realizar un giro perfecto. Se podría decir que, de alguna manera, hacía viraje con esos esquís de más de dos metros de largo, cuando, por supuesto, lo permitían las condiciones de la nieve. Solía utilizar la parte trasera de los esquís y, cuando pude doblarlos, fue bastante similar al carving de hoy en día. Y luego llegaron los esquís SCX, que permitían todo esto. Me parecían fantásticos. En aquel momento deseé que los ingenieros de Elan hubieran llegado a estas soluciones unos diez años antes y así podría haber competido con estos esquís. Con la ayuda de los esquís carving el esquí se ha convertido en un deporte más fácil y divertido. Y esto se aplica tanto a nivel competitivo como al recreativo.
P.- Entre su primer y última victoria en la Copa del Mundo pasaron quince años. ¿alguna vez ha reflexionado sobre el momento decisivo en el que su confianza aumentó hasta el nivel más alto?
R.- Hubo dos momentos así. El primero fue en 1972, cuando Sven Mikaelsson, un esquiador de mi ciudad Tärnaby, se preparaba para los Juegos Olímpicos de Sapporo. En ese momento yo tenía dieciséis años de edad y en los entrenamientos muchas veces era más rápido que él. Me dije: “Mmm, ¿por qué va él a los Juegos Olímpicos y no yo?”. Otro de esos momentos se produjo dos años después, cuando competí en el campeonato italiano, donde, después de la primera carrera de slalom quedé en el cuarto lugar por sólo tres décimas. En la segunda carrera abandoné, pero eso ya no tuvo importancia. Los italianos tenían en aquel entonces, de lejos, el equipo más fuerte del mundo. Creo que tenían seis competidores que se clasificaron entre los diez primeros. Yo mismo tenía la sensación de que también podría haber ganado la competición. Y un mes más tarde ya estaba en la Copa del Mundo y alcancé mis primeros puestos.
R.- Al principio estaba muy contento con la clasificación entre los tres primeros. En términos de puntuación para la Copa del Mundo esto significaban varios puntos importantes para el total. Pero muy pronto me di cuenta de que, en realidad, lo único que contaban eran las victorias. Después de ganar tres Gran Globo de Cristal (la Copa del Mundo de esquí alpino entrega un trofeo, el Globo de Cristal, al esquiador y esquiadora que mejor puntuación en la temporada hayan alcanzado en cada especialidad de descenso, súper gigante, slalom, y slalom gigante, y el mejor en todas las especialidades se lleva el Gran Globo de Cristal). No tuve más este tipo de objetivos, sólo me interesaba ganar las pruebas individuales. Quería lograr la mayor cantidad posible de estas.
P.- Por usted incluso modificaron las reglas de puntuación, ya que los directivos de la Federación Internacional de Esquí (FIS) temían que el esquí se convirtiera en su espectáculo personal.
R.- Sí, es verdad. Limitaron el número de resultados de cada disciplina que se tenía en cuenta para el total. En esa primera temporada, cuando introdujeron esta regla, gané catorce carreras de la Copa del Mundo; el ganador del total, el suizo Peter Lüscher ganó sólo tres, y dos de ellas en combinación. Pero yo quedé cuarto porque sólo competí en slalom y slalom gigante. Lüscher sumaba también puntos en las pruebas de descenso y combinada y el slalom gigante todavía no era parte del programa.
P.- ¿Cómo se sintió con estas jugarretas que, desde el punto de vista actual, parecen bastante absurdas? ¿Podría haber ganado por lo menos cinco Grandes Globos de Cristal?
R.- Primero me pareció que todo era un poco tonto. Después me sentí realmente orgulloso de que era tan bueno que cambiaban las reglas por mi. Esta fue, en cierto modo, una de las victorias más grandes.
P.- Una historia similar se produjo cuando no le permitieron participar en los Juegos Olímpicos de Sarajevo en 1984. Es verdad que tenía la llamada licencia profesional B, pero aún así…
R.- Bueno, eso fue totalmente culpa mía. Yo estaba convencido de que iba terminar mi carrera antes de los Juegos de Sarajevo. Tenía ya medallas de oro de los Juegos de Lake Placid en 1980, por lo que solo quería ocuparme de mi subsistencia. Luego todo cambió, puesto que durante cinco años más continué continué compitiendo en la Copa del Mundo. Sobre todo porque, en realidad, no sabía qué hacer de mi vida después de finalizar mi carrera.
P.- Muhammad Ali a menudo gritaba: “¡Yo soy el más grande!”. Seguramente esas declaraciones sean contrarias a su mentalidad y su carácter, pero, en cualquier caso ¿alguna vez pensó de esa manera en su fuero interno?
R.- Nunca diría algo así. De hecho, antes de cada carrera siempre estaba muy nervioso. Nunca sentí que yo fuera mucho mejor que los demás rivales. Lo cual me llevaba a intentar concentrarme al máximo antes de cada competición para después dar lo mejor de mí mismo.
P.- En la excepcional temporada 1978-79 ganó los diez slalom gigantes de que constaba la competición. Considerando que la anterior temporada la finalizó con una victoria y que la siguiente la comenzó con otras cuatro, su racha de triunfos consecutivos se alargó hasta las 15 victorias. ¿Al menos en aquella época de su carrera se sentiría invencible?
R.- Difícil de decir. Con mi entrenador, después de cada carrera, ya comenzábamos a pensar en la siguiente. Por eso, en realidad, no hubo demasiadas ocasiones para la alegría. Tal vez esta fue también una de las razones de mi éxito. En cuanto a esta racha, una curiosidad: mi última derrota antes de esta serie de triunfos fue en Waterville Valley, y la primera derrota después de esta racha sucedió en el mismo lugar casi dos años más tarde.
P.- ¿Alguna vez pensó en sus rivales? Algunos se desesperaban por sus triunfos. Entre ellos había excelentes competidores que por su causa ni siquiera lograron una victoria. Al parecer tenían incluso una broma interna y recalculaban su atraso con respecto al tiempo del subcampeón, ya que el primer lugar siempre estaba reservado para usted.
R.- Muchas veces mencionaban mi ventaja psicológica. Pero en realidad creo que la barrera psicológica era más un problema de ellos que no una ventaja mía.
P.- Y todo esto no pasó en el transcurso de una o dos temporadas, sino a lo largo de 15 años, una década y media. ¿Cómo pudo conservar un alto nivel de motivación durante tanto tiempo?
R.- Bien, he de reconocer que en las últimas cinco temporadas ya no estaba tan motivado. Pero antes de eso siempre me ponía metas muy altas. Quería ganar todas las carreras y quería ganar con la mayor ventaja posible. Sobre todo pensaba mucho en el esquí. Para mí todo era un juego mental.
P.- Algunos deportistas recuerdan con mucho detalle la mayoría de sus carreras y competiciones. ¿También recuerda con detalle sus 86 victorias?
R.- No, para nada. Quizás recuerde sólo las más importantes. Sin duda en la parte superior de esta lista se encuentra la primera victoria en la Copa del Mundo y el triunfo olímpico del slalom gigante en Lake Placid. En particular este segundo: como principal favorito, estaba sometido a mucha presión. Curiosamente en aquel momento la segunda carrera se realizó sólo un día más tarde. Quedé muy satisfecho de haber realizado este trabajo con confianza.
P.- ¿Recuerda determinadas derrotas?
R.- Sí, recuerdo la derrota en slalom paralelo en Val Gardena cuando me ganó Gustavo Thoni. Esta carrera era definitiva, ya que determinaba el ganador de la Copa del Mundo en esa temporada.
R.- Disfrutaba en los lugares clásicos como Madonna di Campiglio, Adelboden, Wengen, Kitzbühel. Me encantaba competir en mi hogar, en Suecia, así como también en Kranjska Gora, donde me sentía casi como en casa, por la gran cantidad de fanáticos.
P.- ¿Cómo se enfrentó a la vida cotidiana después de finalizar una carrera con tantos años de éxitos?
R.- Este es un problema común de los deportistas profesionales. Yo mismo también tuve con esto bastantes problemas. En realidad, como ya le dije antes, los últimos cinco años competí porque no sabía qué hacer de mi vida. Entonces, antes de la temporada 1988-89 decidí que, después de que terminara la temporada de invierno, dejaría los esquís en un rincón. Así que tuve un poco más de tiempo para pensar en mi vida futura y no tuve importantes problemas de transición. Me quedé en el mundo del esquí. En Japón, por ejemplo, trabajé muchas veces como entrenador en eventos de esquí denominados Racing Camps.
P.- ¿Alguna vez se descubre a sí mismo pensando en su carrera?
R.- Nunca. Todo parece tan lejos en el pasado. De hecho este tipo de entrevistas son también una oportunidad para recordar acontecimientos que hacía tiempo había olvidado.
P.- También era famoso por ser un deportista con excepcionales habilidades motoras, ¿qué importancia tuvieron estas habilidades en su éxito?
R.- Ciertamente me ayudaron, pero todo tenía que unirse al trabajo duro y la preparación mental y psicológica.
P.- Las habilidades motoras son importantes también en la danza. Hace poco participó y ganó en el popular programa de televisión Dancing With The Stars. ¿Cómo se decidió a participar?
R.- Desde hacía varios años intentaban convencerme, pero nunca me decidía. Nunca había bailado en el pasado. Sin embargo este año lo he intentado. Mi bailarina me ayudó a relajarme. Y empecé a disfrutar de verdad. Al mismo tiempo comprobé que el baile requiere mucho entrenamiento. Durante tres meses estuve entrenando cinco horas al día.
P.- El año que viene celebrará su 60 cumpleaños. Sin embargo, a primera vista todavía se le ve muy bien físicamente. ¿Qué deportes practica?
R.- Corro bastante y hago ciclismo. En invierno, por supuesto, esquío… Tengo suerte de no haber engordado, de hecho, en la actualidad incluso peso unos kilos menos que a los veinte años. Probablemente porque perdí algo de masa muscular.
P.- ¿Cuánto esquió en los últimos inviernos?
R.- Principalmente esquiamos cuando mi hija tiene vacaciones. Es decir, durante tres semanas. Además, vamos con amigos a Suiza durante otra semana. Disfruto mucho del esquí y me gustaría esquiar más…
P.- ¿Qué esquís utiliza?
R.- Los Elan, por supuesto. Con los GSX me sigue gustando hacer largos giros de slalom gigante…